Mente y cuerpo

Mente y cuerpo

“A priori es inútil justificar una reflexión sobre el cuerpo: la vida por cierto, nos lo impone cotidianamente, ya que en él y por él sentimos, deseamos, obramos, nos expresamos y creamos’’

Michel Bernard.

Aunque el lenguaje y la palabra se conviertan en nuestra principal forma de comunicarnos, es el cuerpo y sus facultades el que nos da acceso al mundo y nos abre a la presencia corporal de los demás. Una de estas facultades es el pensamiento.

Una vez que desarrollamos esta capacidad comenzamos a procesar e interpretar nuestra vivencias, de modo que la experiencia directa que nos informa a través de lo sentidos tiende a desaparecer de nuestra consciencia individual; de algún modo se reduce la posibilidad de sentir la novedad de cada instante, de vivir en el momento presente ya que la mente pensante a menudo divaga sobre el pasado y el futuro.

La mayoría de nuestras vivencias cotidianas son filtradas por patrones o mapas de la realidad creados a partir de experiencias del pasado. Antes de que podamos advertir lo novedoso de cualquier situación reaccionamos en función de estos patrones, porque a menudo el cerebro las registra como idénticas a otras que ya hemos vivido con anterioridad.

Por otro lado el cuerpo, más que el medio que nos permite existir en el mundo, pasa a ser un instrumento para los fines de nuestra mente. El mismo proceso de adaptación al entorno creado por el ser humano supone un entrenamiento y control consciente e inconsciente de su expresión natural y espontánea; algo que en cierta medida puede ser necesario, pero que mal entendido puede privarnos de la conexión directa con nuestras emociones y sentimientos, con la energía creadora y vital que nos hace posibles.

En definitiva, el papel de supremacía otorgado al pensamiento mente promueve una disociación entre cuerpo y ‘mente’ que puede parecer obvia, cuando sin embargo cuerpo y mente son irremediablemente un todo imposible de separar.

Por mi parte siempre habrá una invitación a reconectar con el cuerpo más allá de su función instrumental; a conocerse desde esta forma vital a la que ponemos nombre e identidad. Desde mis experiencia, más allá de ello, los limites se desdibujan; y aunque sea por momentos, siento palpar el misterio de vivir, la armonía y la libertad.